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El conocimiento sumerio en astronomía se considera algo impresionante puesto que, a pesar de su limitado avance tecnológico, tenían un gran entendimiento del sistema solar y sus planetas
Los astrónomos babilónicos han sido considerados siempre los más destacados del mundo antiguo. Unos cuantos miles de años antes que Copérnico descubrieron que la Tierra y los demás planteas eran esféricos y giraban en torno al Sol, lo cual les permitió predecir con exactitud los eclipses de Sol y de Luna. Muchos estudiosos modernos suponen que los babilonios desarrollaron su astronomía por su cuenta, para poder hacer los cálculos necesarios a su compleja astrología. Pero textos babilónicos traducidos recientemente indican que, por el contrario, las posiciones y movimientos de las estrellas y los planetas eran calculados mediante complejas ecuaciones heredades de la civilización sumeria. Parece que los babilonios no comprendían la base teórica de esas fórmulas y sólo se limitaban a utilizarlas.
Los sumerios tenían un conocimiento aún más exacto del sistema solar y su lugar en el universo que sus herederos babilonios, a los que precedieron. Su calendario, elaborado ya en el año 3000 a. C., sirvió de modelo del que hoy usamos, y es evidente que comprendían numerosas cuestiones astronómicas aún más arcanas.
Por ejemplo, la Tierra al girar oscila sobre su eje, lo que origina un cambio muy gradual -un grado cada 72 años- que hace que el polo Norte vaya señalando hacia diferentes estrellas. Es el fenómeno llamado precesión. Un Gran Año -el tiempo que tarda el polo Nore en volver a apuntar hacia la misma estrella polar- comprende de 25920 años comunes, resultado de multiplicar 72 años que tarda en recorrer cada grado por los 360 grados que tiene el círculo. Los sumerios comprendían la precisión y sabían que la longitud del Gran Año, hazaña extraordinaria dada las largas observaciones que ello implica y los limitados instrumentos de que disponían.
Eran también capaces de medir con gran precisión las distancias entre los astros. Pero ¿cómo pudo aprender a hacerlo un pueblo pretecnológico y recluido en la Tierra, y, lo que es aún más misterioso, por qué? Esos mapas astrales son sin duda necesarios para quienes quieren viajar por el espacio, pero ¿qué utilidad podían tener para los sumerios?
Dada la extraordinaria precisión de los cálculos astronómicos sumerios, quizá convenga echar otra ojeada a los aspectos en que su información difiere de la nuestra. Los sumerios asignan 12 “cuerpos celestes” al sistema solar: el Sol, la Luna y diez planetas, incluida la Tierra. Hoy conocemos 11, pero no siempre fue así. Hasta finales del siglo XVIII los astrólogos occidentales sólo tenían noticia de la existencia de seis: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Urano fue descubierto en 1781, Neptuno en 1846 y Plutón (considerado un planeta enano en la actualidad) apenas en 1930. Desde este punto de vista, ¿es posible que aún falte por descubrir el decimosegundo planeta sumerio? En 1972, Joseph L. Brandy, astrónomo del Lawrence Livermore Laboratory, de Livermore, California, descubrió en la órbita del cometa Halley una irregularidad cuya explicación podría ser la atracción gravitatoria de un planeta de aproximadamente el tamaño de Júpiter y que orbita el Sol cada 1800 años.
Fuente
Zecharia Sitchin, The Twelfth Planet