Milagros

Luis Lasso de la Vega relata el suceso de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac, donde ahora se yergue la basílica en honor a ella

Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nacido el 5 de mayo de 1474, era un indio chichimeca originario del barrio de Tlayácac de la ciudad de Cuautitlán, que en aquellos tiempos pertenecía al reino de Texcoco (Ciudad de México en la actualidad).

De acuerdo con los documentos históricos, fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos alrededor de 1524, y era considerado por los franciscanos y agustinos como un hombre piadoso, y que cada mañana, hacia un gran esfuerzo para trasladarse hacia la doctrina donde se oficiaba misa y se catequizaba, caminando desde donde vivía dirigiéndose hacia el sur y bordeando el cerro del Tepeyac.

Virgen de Guadalupe

Según los relatos de Luis Lasso de la Vega, el sábado 9 de diciembre de 1531, cuando Juan Diego se dirigía hacia la doctrina, escuchó el cantar de un pájaro anunciando éste la aparición de una mujer quien se le presentó como la perfecta siempre Virgen santa María, madre del Dios verdadero. La Virgen le encomendó a Juan Diego dirigirse al entonces obispo, fray Juan de Zumárraga y pedirle que se edificara un templo en ese lugar. Sin embargo, el obispo se negó y no creyó en el relato de Juan Diego. Ese mismo día a su regreso, volvió a ver a la Virgen y ante la negativa del obispo, ella le pidió que insistiese.

Aparición de la Virgen a Juan Diego

Al siguiente día, y ante la insistencia de Juan Diego, el obispo le pido pruebas de la aparición. Ese mismo día, el 10 de diciembre, la Virgen se le volvió a aparecer pidiéndole que regresara al siguiente día, el lunes 11, para entregarle las pruebas.

El lunes 11, Juan Diego no se presentó con la Virgen, puesto que su tío Juan Bernardino se encontraba enfermo y pobre de salud pidiéndole que fuera a buscar a un confesor, puesto estaba seguro que iba a morir. En la primera hora de la mañana siguiente del martes 12 de diciembre de 1531, Juan Diego salió en busca del confesor, sin embargo, temeroso de que se le apareciera la Virgen y lo entretuviera, decidió subir por el cerro del Tepeyac en lugar de bordearlo, pero en su camino la Virgen volvió a aparecer, a lo cual Juan Diego le explicó la situación de su tío, respondiéndole ella:

Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene, ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá de ella: está seguro de que ya sanó.

Al escuchar esto Juan Diego se tranquilizó y pidió a la Virgen que le diera la prueba que pedía el obispo. Ella le pidió que subiera a la cumbre del cerro donde se encontraban y que cortara las flores que ahí encontraría y se las trajese a ella. Juan Diego empezó a recolectar las flores y las colocó en su ayate para después llevárselas a la Virgen, quien lo mando a llevárselas al obispo como prueba. Una vez ante el obispo abrió su ayate y dejó caer las flores, y mientras esto sucedía, inexplicablemente apareció la impresión de la Virgen de Guadalupe en el tejido del ayate.

Revelación de la Virgen en el ayate de Juan Diego

El obispo retuvo a Juan Diego por un día y le pidió que lo llevara al lugar de la aparición donde la Virgen pedía que se levantara el Santuario, y después de hacer esto, pidió poder retirarse para ir con su tío. Sin embargo, incrédulos todavía, fue acompañado hasta su casa en donde encontraron a su tío perfectamente sano. Juan Diego entonces explicó que se encontraba tranquilo puesto que la Virgen le había dicho que lo había sanado, a lo que el tío manifestó que ciertamente la misma Señora lo había sanado puesto que a el mismo se le había aparecido y había pedido que dijera al obispo que era su voluntad que se le llamara la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe.

Virgen de Guadalupe
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